Saltar al contenido

La Biblia hoy - Reina Valera 1995

Un plan de lectura bíblica diaria para leer toda la Biblia en un año

Al leer la Biblia cada día, permita que las Escrituras le hablen. Aquí tiene algunos consejos:

  • Antes de comenzar su lectura ore a Dios pidiéndole que él le hable por su Palabra.

  • Busque un lugar tranquilo y lea el texto con atención.

  • Hágase ciertas preguntas: ¿Por qué escribió Dios esto? ¿Qué me quiere enseñar? ¿Cómo lo puedo aplicar a mi vida?

  • Ore al Señor pidiéndole que le dé el poder para poner en práctica lo aprendido.

Fecha seleccionada
21/11/2024

Hechos 26-28

Capítulo 26

Defensa de Pablo ante Agripa

 1Entonces Agripa dijo a Pablo: --Se te permite hablar por ti mismo. Pablo entonces, extendiendo la mano, comenzó así su defensa: 2--Me tengo por dichoso, rey Agripa, de que pueda defenderme hoy delante de ti de todas las cosas de que soy acusado por los judíos. 3Mayormente porque tú conoces todas las costumbres y cuestiones que hay entre los judíos; por lo cual te ruego que me oigas con paciencia.

Vida anterior de Pablo

 4"Mi vida, pues, desde mi juventud, la cual desde el principio pasé en mi nación, en Jerusalén, la conocen todos los judíos; 5los cuales también saben que yo desde el principio, si quieren testificarlo, conforme a la más rigurosa secta de nuestra religión viví como fariseo. 6Ahora, por la esperanza de la promesa que hizo Dios a nuestros padres, soy llamado a juicio; 7promesa cuyo cumplimiento esperan que han de alcanzar nuestras doce tribus, sirviendo constantemente a Dios de día y de noche. Por esta esperanza, rey Agripa, soy acusado por los judíos. 8¡Qué! ¿Se juzga entre vosotros cosa increíble que Dios resucite a los muertos?

Pablo el perseguidor

 9"Yo ciertamente había creído mi deber hacer muchas cosas contra el nombre de Jesús de Nazaret; 10lo cual también hice en Jerusalén. Yo encerré en cárceles a muchos de los santos, habiendo recibido poderes de los principales sacerdotes; y cuando los mataron, yo di mi voto. 11Y muchas veces, castigándolos en todas las sinagogas, los forcé a blasfemar; y, enfurecido sobremanera contra ellos, los perseguí hasta en las ciudades extranjeras.

Pablo relata su conversión

 12"Ocupado en esto, iba yo a Damasco con poderes especiales y en comisión de los principales sacerdotes, 13cuando a mediodía, rey, yendo por el camino, vi una luz del cielo que sobrepasaba el resplandor del sol, la cual me rodeó a mí y a los que iban conmigo. 14Y habiendo caído todos nosotros en tierra, oí una voz que me hablaba y decía en lengua hebrea: "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Dura cosa te es dar coces contra el aguijón". 15Yo entonces dije: "¿Quién eres, Señor?" Y el Señor dijo: "Yo soy Jesús, a quien tú persigues. 16Pero levántate y ponte sobre tus pies, porque para esto he aparecido a ti, para ponerte por ministro y testigo de las cosas que has visto y de aquellas en que me apareceré a ti, 17librándote de tu pueblo y de los gentiles, a quienes ahora te envío 18para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los santificados".

Pablo obedece a la visión

 19"Por lo cual, rey Agripa, no fui rebelde a la visión celestial, 20sino que anuncié primeramente a los que están en Damasco y Jerusalén, y por toda la tierra de Judea, y a los gentiles, que se arrepintieran y se convirtieran a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento. 21Por causa de esto los judíos, prendiéndome en el templo, intentaron matarme. 22Pero habiendo obtenido auxilio de Dios, persevero hasta el día de hoy dando testimonio a pequeños y a grandes, no diciendo nada fuera de las cosas que los profetas y Moisés dijeron que habían de suceder: 23Que el Cristo había de padecer, y ser el primero de la resurrección de los muertos, para anunciar luz al pueblo y a los gentiles.

Pablo insta a Agripa a que crea

 24Diciendo él estas cosas en su defensa, Festo a gran voz dijo: --¡Estás loco, Pablo! ¡Las muchas letras te vuelven loco! 25Pero él dijo: --No estoy loco, excelentísimo Festo, sino que hablo palabras de verdad y de cordura. 26El rey, delante de quien también hablo con toda confianza, sabe estas cosas, pues no pienso que ignora nada de esto, porque no se ha hecho esto en algún rincón. 27¿Crees, rey Agripa, a los profetas? Yo sé que crees. 28Entonces Agripa dijo a Pablo: --Por poco me persuades a hacerme cristiano. 29Y Pablo dijo: --¡Quisiera Dios que por poco o por mucho, no solamente tú, sino también todos los que hoy me oyen, fuerais hechos tales cual yo soy, excepto estas cadenas! 30Cuando dijo estas cosas, se levantaron el rey, el gobernador, Berenice y los que se habían sentado con ellos; 31y cuando se retiraron aparte, hablaban entre sí, diciendo: --Ninguna cosa digna de muerte ni de prisión ha hecho este hombre. 32Y Agripa dijo a Festo: --Este hombre podría ser puesto en libertad, si no hubiera apelado a César.

Capítulo 27

Pablo es enviado a Roma

 1Cuando se decidió que habíamos de navegar para Italia, entregaron a Pablo y a algunos otros presos a un centurión llamado Julio, de la compañía Augusta. 2Nos embarcamos en una nave adramitena que iba a tocar los puertos de Asia, y zarpamos. Estaba con nosotros Aristarco, macedonio de Tesalónica. 3Al otro día llegamos a Sidón; y Julio, tratando humanamente a Pablo, le permitió que fuera a los amigos para ser atendido por ellos. 4Y haciéndonos a la vela desde allí, navegamos a sotavento de Chipre, porque los vientos eran contrarios. 5Habiendo atravesado el mar frente a Cilicia y Panfilia, llegamos a Mira, ciudad de Licia. 6Allí el centurión halló una nave alejandrina que zarpaba para Italia, y nos embarcó en ella. 7Navegamos despacio muchos días, y habiendo llegado a duras penas frente a Gnido porque nos lo impedía el viento, navegamos a sotavento de Creta, frente a Salmón. 8Después de costearla con dificultad, llegamos a un lugar que llaman Buenos Puertos, cerca del cual estaba la ciudad de Lasea. 9Como habíamos perdido mucho tiempo y era ya peligrosa la navegación por haber pasado ya el ayuno, Pablo los amonestaba, 10diciéndoles: --Veo que la navegación va a ser con perjuicio y mucha pérdida, no solo del cargamento y de la nave, sino también de nuestras vidas. 11Pero el centurión daba más crédito al dueño y al capitán de la nave que a lo que Pablo decía. 12Y como el puerto era incómodo para invernar, la mayoría acordó zarpar de allí e intentar llegar a Fenice, puerto de Creta que mira al sudoeste y noroeste, e invernar allí.

La tempestad en el mar

 13Y como comenzó a soplar una brisa del sur, les pareció que podían continuar el viaje. Entonces levaron anclas y fueron costeando Creta. 14Pero no mucho después dio contra la nave un viento huracanado llamado Euroclidón. 15La nave era arrastrada, y al no poder poner proa al viento, nos abandonamos a él y nos dejamos llevar. 16Después de pasar a sotavento de una pequeña isla llamada Clauda, con dificultad pudimos recoger el esquife. 17Una vez subido a bordo, usaron de refuerzos para asegurar las amarras de la nave; y por temor de dar en la Sirte, arriaron las velas y quedaron a la deriva. 18Pero siendo combatidos por una furiosa tempestad, al siguiente día empezaron a deshacerse de la carga, 19y al tercer día con nuestras propias manos arrojamos los aparejos de la nave. 20Al no aparecer ni sol ni estrellas por muchos días, y acosados por una tempestad no pequeña, ya habíamos perdido toda esperanza de salvarnos. 21Entonces Pablo, como hacía ya mucho que no comíamos, puesto en pie en medio de ellos, dijo: --Habría sido por cierto conveniente haberme oído, y no zarpar de Creta tan solo para recibir este perjuicio y pérdida. 22Pero ahora os exhorto a tener buen ánimo, pues no habrá ninguna pérdida de vida entre vosotros, sino solamente de la nave, 23pues esta noche ha estado conmigo el ángel del Dios de quien soy y a quien sirvo, 24y me ha dicho: "Pablo, no temas; es necesario que comparezcas ante César; además, Dios te ha concedido todos los que navegan contigo". 25Por tanto, tened buen ánimo, porque yo confío en Dios que será así como se me ha dicho. 26Con todo, es necesario que demos en alguna isla. 27Al llegar la decimacuarta noche, y siendo llevados a través del mar Adriático, a la medianoche los marineros sospecharon que estaban cerca de tierra. 28Echaron la sonda y hallaron veinte brazas; y pasando un poco más adelante, volvieron a echar la sonda y hallaron quince brazas. 29Temiendo dar en escollos, echaron cuatro anclas por la popa, y ansiaban que se hiciera de día. 30Entonces los marineros procuraron huir de la nave, y echando el esquife al mar aparentaban como que querían largar las anclas de proa. 31Pero Pablo dijo al centurión y a los soldados: --Si estos no permanecen en la nave, vosotros no podéis salvaros. 32Entonces los soldados cortaron las amarras del esquife y lo dejaron perderse. 33Cuando comenzó a amanecer, Pablo exhortaba a todos que comieran, diciendo: --Este es el decimocuarto día que veláis y permanecéis en ayunas, sin comer nada. 34Por tanto, os ruego que comáis por vuestra salud, pues ni aun un cabello de la cabeza de ninguno de vosotros perecerá. 35Y dicho esto, tomó el pan y dio gracias a Dios en presencia de todos, lo partió y comenzó a comer. 36Entonces todos, teniendo ya mejor ánimo, comieron también. 37Y éramos todas las personas en la nave doscientas setenta y seis. 38Una vez satisfechos, aligeraron la nave echando el trigo al mar.

El naufragio

 39Cuando se hizo de día, no reconocieron el lugar, pero vieron una ensenada que tenía playa, en la cual acordaron varar la nave, si podían. 40Cortaron, pues, las anclas y las dejaron en el mar; aflojaron también las amarras del timón, izaron al viento la vela de proa y enfilaron hacia la playa. 41Pero, dando en un lugar de dos aguas, hicieron encallar la nave. La proa, hincada, quedó inmóvil, y la popa se abría con la violencia del mar. 42Entonces los soldados acordaron matar a los presos, para que ninguno se fugara nadando. 43Pero el centurión, queriendo salvar a Pablo, les impidió este intento, y mandó que los que supieran nadar se arrojaran al agua primero y salieran a tierra; 44y los demás, parte en tablas, parte en cosas de la nave. Y así aconteció que todos se salvaron saliendo a tierra.

Capítulo 28

Pablo en la isla de Malta

 1Estando ya a salvo, supimos que la isla se llamaba Malta. 2Los habitantes del lugar nos trataron con no poca humanidad, pues, encendiendo un fuego, nos recibieron a todos, a causa de la lluvia que caía, y del frío. 3Entonces Pablo recogió algunas ramas secas y las echó al fuego; y una víbora, huyendo del calor, se le prendió en la mano. 4Cuando la gente de allí vio la víbora colgando de su mano, decía: --Ciertamente este hombre es homicida, a quien, escapado del mar, la justicia no deja vivir. 5Pero él, sacudiendo la víbora en el fuego, ningún daño padeció. 6Ellos estaban esperando que él se hinchara o cayera muerto de repente; pero habiendo esperado mucho, y viendo que ningún mal le venía, cambiaron de parecer y dijeron que era un dios. 7En aquellos lugares había propiedades del hombre principal de la isla, llamado Publio, quien nos recibió y hospedó solícitamente tres días. 8Y aconteció que el padre de Publio estaba en cama, enfermo de fiebre y de disentería. Pablo entró a verlo y, después de haber orado, le impuso las manos y lo sanó. 9Viendo esto, también los otros que en la isla tenían enfermedades venían, y eran sanados; 10los cuales también nos honraron con muchas atenciones, y cuando zarpamos nos proveyeron de todo lo necesario.

Pablo llega a Roma

 11Pasados tres meses nos hicimos a la vela en una nave alejandrina que había invernado en la isla, la cual tenía por enseña a Cástor y Pólux. 12Llegados a Siracusa, estuvimos allí tres días. 13De allí, costeando alrededor, llegamos a Regio; y al día siguiente, soplando el viento sur, llegamos al segundo día a Puteoli. 14Allí encontramos a algunos hermanos, los cuales nos rogaron que nos quedáramos con ellos siete días. Luego fuimos a Roma, 15de donde, oyendo de nosotros los hermanos, salieron a recibirnos hasta el Foro de Apio y las Tres Tabernas. Al verlos, Pablo dio gracias a Dios y cobró aliento. 16Cuando llegamos a Roma, el centurión entregó los presos al prefecto militar; pero a Pablo se le permitió vivir aparte, con un soldado que lo vigilara.

Pablo predica en Roma

 17Aconteció que tres días después, Pablo convocó a los principales de los judíos, a los cuales, luego que estuvieron reunidos, les dijo: --Yo, hermanos, no habiendo hecho nada contra el pueblo ni contra las costumbres de nuestros padres, he sido entregado preso desde Jerusalén en manos de los romanos; 18los cuales, habiéndome examinado, me querían soltar por no haber en mí ninguna causa de muerte. 19Pero, oponiéndose los judíos, me vi obligado a apelar a César, aunque no porque tenga de qué acusar a mi nación. 20Así que por esta causa os he llamado para veros y hablaros, porque por la esperanza de Israel estoy sujeto con esta cadena. 21Entonces ellos le dijeron: --Nosotros no hemos recibido de Judea cartas acerca de ti, ni ha venido ninguno de los hermanos que haya denunciado o hablado algún mal de ti. 22Pero querríamos oir de ti lo que piensas, porque de esta secta nos es notorio que en todas partes se habla contra ella. 23Habiéndole señalado un día, vinieron a él muchos a la posada, a los cuales les declaraba y les testificaba el reino de Dios desde la mañana hasta la tarde, persuadiéndolos acerca de Jesús, tanto por la Ley de Moisés como por los Profetas. 24Algunos asentían a lo que se decía, pero otros no creían. 25Como no estaban de acuerdo entre sí, al retirarse les dijo Pablo esta palabra: --Bien habló el Espíritu Santo por medio del profeta Isaías a nuestros padres, diciendo: 26" "Ve a este pueblo y diles: De oído oiréis y no entenderéis; y viendo veréis y no percibiréis, 27porque el corazón de este pueblose ha engrosado, y con los oídos oyeron pesadamente y sus ojos han cerrado, para que no vean con los ojos y oigan con los oídos, y entiendan de corazón y se conviertan, y yo los sane". 28"Sabed, pues, que a los gentiles es enviada esta salvación de Dios, y ellos oirán. 29Cuando terminó de decir esto, los judíos se fueron, teniendo gran discusión entre sí. 30Pablo permaneció dos años enteros en una casa alquilada, y recibía a todos los que a él venían. 31Predicaba el reino de Dios y enseñaba acerca del Señor Jesucristo, abiertamente y sin impedimento.

Copyright © 1995 by United Bible Societies (http://www.unitedbiblesocieties.org)