Proverbios 7
La Biblia de las Américas
Las artimañas de la ramera
1Hijo mío, guarda mis palabras, y atesora mis mandamientos contigo.2Guarda mis mandamientos y vivirás, y mi enseñanza como la niña de tus ojos.
3Atalos a tus dedos, escríbelos en la tabla de tu corazón.
4Di a la sabiduría: Tú eres mi hermana, y llama a la inteligencia tu mejor amiga,
5para que te guarden de la mujer extraña, de la desconocida que lisonjea con sus palabras.
6Porque desde la ventana de mi casa miraba por la celosía,
7y vi entre los simples, distinguí entre los muchachos a un joven falto de juicio,
8pasando por la calle cerca de su esquina; iba camino de su casa,
9al atardecer, al anochecer, en medio de la noche y la oscuridad.
10Y he aquí, una mujer le sale al encuentro, vestida como ramera y astuta de corazón.
11Es alborotadora y rebelde, sus pies no permanecen en casa;
12está ya en las calles, ya en las plazas, y acecha por todas las esquinas.
13Y lo agarra y lo besa, y descarada le dice:
14Tenía que ofrecer ofrendas de paz, y hoy he cumplido mis votos;
15por eso he salido a encontrarte, buscando tu rostro con ansiedad, y te he hallado.
16He tendido mi lecho con colchas, con linos de Egipto en colores;
17he rociado mi cama con mirra, áloes y canela.
18Ven, embriaguémonos de amor hasta la mañana, deleitémonos con caricias.
19Porque mi marido no está en casa, se ha ido a un largo viaje;
20se ha llevado en la mano la bolsa del dinero, volverá a casa para la luna llena.
21Con sus palabras persuasivas lo atrae, lo seduce con sus labios lisonjeros.
22Al instante la sigue, como va el buey al matadero, o como uno en grillos al castigo de un necio,
23hasta que una flecha le traspasa el hígado; como el ave que se precipita en la trampa, y no sabe que esto le costará la vida.
24Ahora pues, hijos míos, escuchadme, y prestad atención a las palabras de mi boca.
25No se desvíe tu corazón hacia sus caminos, no te extravíes en sus sendas.
26Porque muchas son las víctimas derribadas por ella, y numerosos los que ha matado.
27Su casa es el camino al Seol, que desciende a las cámaras de la muerte.
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