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Salmos 32

Dios Habla Hoy

La dicha del perdón

1Feliz el hombre a quien sus culpas y pecados
le han sido perdonados por completo.

2Feliz el hombre que no es mal intencionado
y a quien el Señor no acusa de falta alguna.

3Mientras no confesé mi pecado,
mi cuerpo iba decayendo
por mi gemir de todo el día,

4pues de día y de noche
tu mano pesaba sobre mí.
Como flor marchita por el calor del verano,
así me sentía decaer.

5Pero te confesé sin reservas
mi pecado y mi maldad;
decidí confesarte mis pecados,
y tú, Señor, los perdonaste.

6Por eso, en momentos de angustia
los fieles te invocarán,
y aunque las aguas caudalosas se desborden,
no llegarán hasta ellos.

7Tú eres mi refugio:
me proteges del peligro,
me rodeas de gritos de liberación.

8El Señor dice:
«Mis ojos están puestos en ti.
Yo te daré instrucciones,
te daré consejos,
te enseñaré el camino que debes seguir.

9No seas como el mulo o el caballo,
que no pueden entender
y hay que detener su brío
con el freno y con la rienda,
pues de otra manera no se acercan a ti.»

10Los malvados tendrán muchos dolores,
pero el amor del Señor envuelve
a los que en él confían.

11Alégrense en el Señor,
hombres buenos y honrados;
¡alégrense y griten de alegría!


Dios habla hoy ®, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1966, 1970, 1979, 1983, 1996 (http://www.unitedbiblesocieties.org).

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